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Literatura

El deseo en Almohada para diez

«El deseo produce reacciones concretas más allá del cuerpo, del tiempo y del espacio, pero sobre todo de las leyes naturales. Algo, alguien, tiene que responder a este deseo.» El náufrago (Manuscrito hallada a la orilla del espejo)», Mauricio Molina.

Llevados por caminos laberínticos, creemos conocernos hasta que nos enfrentamos a un impulso más allá de nuestra voluntad que busca manifestarse y saciarse. Como diría Alberto Ruy Sánchez, el deseo es un animalito peligroso y traicionero que lo único que hace es mostrarse y ocultarse de mil formas.

La antología Almohada para diez de ediciones Cal y Arena es, más allá de un motivo sexual, un vistazo hacia diferentes ventanas eróticas. Estos cuentos hechos de encuentros muestran que el deseo nos arrastra léventeme hacia situaciones que no prevemos, para en un abrir y cerrar de ojos entregarnos a ellas. Desde una mujer que en sus «mocherías» cae ante la seducción casi inocente de un muchacho más joven, hasta la interacción física de una enfermera con un paciente en coma.

En Almohadas para diez el deseo suele concluir con el acto sexual, sin embargo, somos testigos de cómo la mirada es, en muchos casos, la primera comunicación pasional que se vive. Un ojo que te atraviesa, te ensangrienta, y te introduce en el otro. Un ejemplo claro de esta idea es el cuento «Paréntesis» de Eduardo Antonio Parra. Ahí se da el encuentro incidental entre los personajes principales;  durante su estancia en un restaurante logran un proceso de seducción y acoplamiento tan intenso entre miradas y respiraciones, que sin necesidad de tocarse se elevan hacia un éxtasis incontrolable.

 

La comunicación erótica es todo menos apacible: es intensa, un impulso hacia la muerte, o así se consideraba que debía ser hace varios siglos.  Al desear algo ó a alguien buscaremos diversas formas de obtenerlo, incluso sin llegar al contacto físico. ¿Es el deseo una especie de curiosidad? Así es, y por eso en Almohadas para diez  se desatan eventos donde el deseo pueda resolverse.

A veces los mismos personajes no logran entenderse entre sí porque al llegar el momento erótico hay un enfrentamiento de valores, prejuicios, ideas. Sin duda hay un temor, porque en el erotismo también se pone en juego la estructura y vida social del ser humano. La mayoría de los cuentos muestran como la vida social (hogar, relaciones de pareja) se transforma conforme los personajes van cediendo al deseo. Se desestabiliza tanto el orden que al final el individuo entra en conflicto sobretodo consigo mismo.

Beso en la cama» por Henri De Toulouse-Lautrec, 1892

También es importante resaltar que en la mayoría de los cuentos, el juego (si se le puede llamar así) permanece oculto. Algunas de las aventuras pasionales de los protagonistas se desarrollan en el margen del secreto, lejos de sus vidas cotidianas: otro país, la habitación de un hospital, un convento, un restaurante, que permiten mantener la ambivalencia y el enigma para aumentar la tensión erótica.

La antología Almohadas para diez está dedicada a explorar los escondites y manifestaciones del deseo y la otredad. Si algo queda evidente es que el deseo se define en lo único y particular de cada persona. En un mundo narcicista como el nuestro es fácil ignorar que el deseo proviene de una interioridad que termina volcándose en el otro: nuestra líbido henchida y saturada sobre el otro, es su diferencia y no en la igualdad. Por eso Almohada para diez se vuelve un espacio de autoconocimiento donde el aprendizaje de los personajes termina en el amante, con el placer y el arrepentimiento.